Obra realizada para la Fundación Rafael Botí. ARCO 2019.
Acrílico sobre papel. 300 x 300 cm aprox.
Todos los días tenemos nuevas noticias sobre dramas migratorios. La manipulación propagandística que lo convierte en un objeto político de disputa y la abundancia de imágenes que nos proporcionan los media, hacen que éste sea un tema que nos afecta a todos. Si hoy se quiere realizar una obra artística sobre la migración, se plantea, antes que nada, una cuestión ética. Más aún si el encargo va encaminado a mostrar la obra resultante en una feria de arte, como es el caso. La obra tendrá sentido en la medida en que el espectador, de alguna manera, se haga eco no de los sentimientos y habilidades del artista sino del terrible problema que la origina, de la labor humanitaria de la gente que ayuda sobre el terreno y de la dignidad inalienable de las personas rescatadas. En esta ocasión he elegido la pintura como herramienta para mantenerme durante meses trabajando con el asunto en la cabeza, para no despacharlo con un hallazgo afortunado que permitiera salir del asunto con las manos limpias. Y ese es el concepto de la obra.
Pero, concretamente, ¿qué pintar y cómo hacerlo para que la estética no prime sobre la ética? Decidí que el método apropiado pasaba por no inventar nada y eliminar todo rastro voluntario de expresión personal. Por eso he tomado imágenes fotográficas de Internet (desde aquí mi agradecimiento a sus autores) y las he reproducido con pintura según me ha dado a entender el viejo oficio aprendido y abandonado muchos años atrás. Lo que no se puede pintar está compuesta por 32 cuadros que se instalan agrupados ortogonalmente con una pequeña separación entre ellos. No se presenta cada cuadro por separado, lo que podría entenderse como un deseo de valorarlos individualmente, sino agrupados, afectándose. Esto, indudablemente, supone una decisión estética, pero es la solución más mínima que se me ha ocurrido, y tiene la ventaja de resaltar el número sobre el nombre. Lo que, irónicamente, concuerda con la forma de presentar el tema por parte de los medios de comunicación.
Finalmente, sólo hay una idea plástica que organiza cada una de las pinturas: la decisión de eliminar de las imágenes todo lo que no sean las mantas rojas que la solidaridad presta a los migrantes rescatados en el mar. El resto es negro. El resultado es un conjunto de ausencias, que a veces proyectan sombras, de siluetas que se recortan sobre fondos de pliegues, de envolturas de vacíos. Creo que la voluntaria no reproducción de los cuerpos de las personas puede hacer entrever el horror de lo real. Lo que no se puede pintar no ha sido pintado. Se ha pintado otra cosa.