Instalación realizada en 1995 en el Palacio de la Diputación de Córdoba.
Pasillo de mallazo de hierro cerrado en su extremo final. Dimensiones 120 x 2,80 x 1,70 metros. Dos secciones cerrads e imdependientes del pasillo y un falso suelo de escayola (500 m. cuadrados), impracticables igual que el resto del palacio, pueden ser observados durante el recorrido. El espectador entra en la exposición al entrar en el pasillo y ha de retroceder hasta el comienzo para salir. Su visión y la del resto de visitantes que acude al palacio de la Diputación son excluyentes puesto que no existe transito físico posible entre ambas zonas.
Textos del catálogo:
Con esta instalación, Fernando Baena viene a aportar más datos al debate relativo no sólo a lo que constituye alguna de las esencias posibles del arte actual sino también a sus posibilidades de mostración, por una parte, y a sus posibilidades de afectación, por otra. La obra contiene lo mejor de los márgenes especulativos puestos en marcha por el artista en sus recientes trabajos: una incorporación de la obra al espacio arquitectural, un cuestionamiento de la diferenciación de ambos espacios poniéndolos en mutua interafectación, un aprovechamiento de las posibilidades circulatorias del espacio público tradicional, la inmersión de su idea en las tramas oscuras de las vigilancia y los dispositivos de poder, el trabajo de la paradoja que une la intervención directa en un espacio obstaculizado con la percepción atenuada de esa misma obstaculización, la posibilidad de sumar los dispositivos expresivos tridimensionales con las cargas significantes del espacio previamente dado a partir del sentido de la historia y de las connotaciones arquitecturales e ideológicas, la intervención en las tramas de representación del poder, la imposición al espectador de un comportamiento activo, la vinculación de la experiencia estética con la reflexión ideológica, y una necesaria adecuación de los registros formales a las particulares tramas del pensamiento. La interacción compleja de todos estos factores nos reafirma, por una parte, la necesidad del arte como un vehículo expresivo fuertemente vinculado con los registros y dispositivos tanto de la ideología como del sujeto y, en segundo lugar, la convicción de que el arte se vuelve más y más complejo en función de todo aquello que le es ajeno y que a él se incorpora para, de alguna manera, empezar a plantear cuestiones que en modo alguno está en condiciones, aún, de responder.
de EXTENSIONES DE EXPERIENCIA (Expresiones de la existencia) de Manel Clot.
Hay un cuento de Kafka en el que un animal, que tiene una madriguera, aspira a poder estar dentro y fuera de ella, de manera que pueda controlarlo todo y así estar seguro frente a su enemigo. De alguna forma este sentimiento está presente en el pasillo madrileño, pero también en el que presenta en nuestra ciudad. En este caso se trata de un pasillo que recorre a lo largo de 120 metros el interior de la Diputación, atravesando un extremo del Patio Blanco – en el que se interviene mediante un falso suelo de escayola, elevado en un costado del mismo -, continuando por una galería y desembocando en el Patio Barroco, donde existen dos módulos, a modo de secciones, del propio pasillo.
El espectador puede sólo verlos desde lejos, pues se le niega el acceso al patio al estar cerrado el pasillo. A partir de aquí debe dar marcha atrás y volver al principio de la obra para salir de la exposición, y esta vuelta atrás es en realidad el comienzo de la obra. De alguna manera se vuelve a plantear la imposibilidad – aunque en este caso el público pueda contemplar lo que hay fuera de la obra desde su interior – que ya estaba formulada en el pasillo de El Ojo Atómico: la de construir experiencialmente la vivencia de la obra al margen de sí misma.
El público no siente la obra, no la percibe, no puede hacerse una idea de ella si no es penetrando en su interior. El pasillo nos impide, como a Ulises las ataduras, caer en ese canto de sirenas que supone el suelo de escayola del Patio Blanco – lo externo al pasillo, el arte como artificio -, tampoco nos permite acceder a los módulos del Patio Barroco, pero aquí la lectura se toma esperanzadora, ya que éstos nos evidencian la posibilidad, aunque sea de manera fragmentaria, de poder continuar la experiencia artística fuera del contexto que habita la obra.
de FERNANDO BAENA, UNA MIRADA RETROSPECTIVA: EL MURO COMO UMBRAL EL DIBUJO COMO LÍMITE, EL ARTE COMO EXPERIENCIA de Angel Luis Pérez Villén.
Duración del vídeo-documento: 8’30”.