Instalación realizada en 1998 en la Galería Valle Quintana de Madrid.
La obra está compuesta por el material resultante de deshacer a mano 609 m. de cuerda trenzada de cuatro cabos. El material se distribuye ordenadamente por el suelo y paredes de la galería ocupando, aproximadamente, una cuarta parte de su superficie. Se acompaña con un texto realizado en vinilo negro que se sitúa sobre el cristal de la ventana. Dicho texto explica paso a paso el desarrollo de las labores de medición, corte, destrenzado y deshilachado.
El orden aplicado al material se refiere, en un principio, a la cantidad: cada maraña, unidad mínima, está compuesta por los hilos de un metro de cuerda. Estas marañas se agrupan en montones que siguen, en la cantidad, la famosa serie de Fibonacci. Así: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233… La ordenación espacial parte de la forma natural de cada maraña, no habiendo más alteración que la derivada del agrupamiento de las diferentes unidades. Los diferentes grupos, separados y colocados consecutivamente según la cantidad, se adaptan al espacio de la galería formando, a través de paredes y suelo, un inicio de espiral elíptica en la que tamaños y alejamientos son contradictorios. Se respeta, así, el principio clásico compositivo respecto a la situación de las masas mayores y se establece un orden de lectura del conjunto que no se impone obviamente: las fuerzas centrífugas y centrípetas se tensionan dando al conjunto un aspecto fluido y orgánico que, superficialmente próximo al desorden, es, en el fondo, coherente.
Texto en cristal:
La cuerda de pita de cuatro cabos gruesos trenzados suele venir presentada en rollos de cincuenta o cien metros lineales, aproximadamente. Para deshacerla con orden y beneficio de tiempo y esfuerzo, es conveniente comenzar por cortarla de acuerdo con una medida regular. Esto permite, además, llevar un cómputo exacto del trabajo realizado. Los cortes se realizan con cuchilla mediante un movimiento seco y ascendente del brazo. Para realizar cómodamente cada corte, es necesario doblar la cuerda. Esta operación provoca pequeños errores que han de ser mantenidos dentro de un margen aceptable. Conviene partir de una muestra adecuada – lo mejor es cortar, primeramente, a un metro – para establecer la medida de las sucesivas subdivisiones. Los siguientes cortes reducen los trozos a medidas de medio metro y, después, a un cuarto de metro. Esta última medida se ha comprobado óptima para la labor de destrenzado y deshilachado.
El destrenzado no requiere excesiva habilidad. Tras sujetar la cuerda por sus extremos con las puntas de los dedos índice, pulgar y corazón de ambas manos, se aplica un giro contradictorio en ambos extremos. Después se introducen los dedos entre los cabos y se abren los brazos, arrastrando, entre los dedos engarfiados, los diferentes cabos. A veces es necesario repetir las dos últimas operaciones.
El deshilachado comienza, asimismo, con el giro contradictorio ya explicado pero seguido, ahora, de tirones secos a izquierda y derecha. Con dichos tirones se deshacen las posibles marañas provocadas por imperfecciones del material y se eliminan los hilos que, habiendo quedado demasiado pequeños por los sucesivos cortes, puedan dificultar operaciones posteriores. El giro contradictorio aplicado en los extremos separa los hilos y permite introducir entre ellos las puntas de los dedos de ambas manos. El último grupo de movimientos parte de la colocación de los dedos de ambas manos formando cucuruchos sobre el centro del cabo: se hacen resbalar unos dedos contra otros – especialmente, el pulgar sobre los demás – y se abren y cierran las manos y los brazos. Para más efectividad, conviene que los movimientos sean suaves y que el ataque a la maraña que se va formando se realice desde diferentes lados. Como hay que ir dejando caer las porciones ya deshilachadas, es necesario que la mirada esté muy atenta durante el proceso.